La Nicotina tan adictiva como la cocaína

Si paseas por la calle fíjate en cuanta gente fuma, increíble verdad, son muchísimos, cada uno con su pequeña chimenea disfrutando del humo que expulsan por sus bocas. Tiene que ser algo muy placentero o gratificante porque se cuentan por millones los adictos a los cigarrillos.

Sí, has leído bien, ADICTOS, drogadictos, el fumador necesita cada pequeños periodos de tiempo su dosis de nicotina para evitar el " mono ", o síndrome de abstinencia, que provocaría si no le damos a nuestro cerebro la siguiente dosis, te recuerda esto a otras perdonas adictas a otras sustancias. La diferencia es que el tabaco es aceptado y está regulado su adquisición, pero imaginas si el paquete de cigarrillos costase 200 euros, sería digno de estudio el comportamiento de los fieles fumadores.

Que conste que en ningún momento voy a valorar a quien fuma, es libre y respeto al máximo la libertad de cada uno, sólo que me gustaría fuéramos legión los que dejamos ese veneno que está matando a millones de personas en el mundo cada año.

Nuestro cerebro recibe su dosis de nicotina en escasos segundos desde que damos una calada al cigarrillo, se liberan endocrinas y serotonina y es agradable para el fumador ese momento. Pasados unos 20 minutos nuestro cerebro nota la bajada de nicotina y demanda la siguiente dosis, podemos aguantar una hora, pero ya comenzarán los síntomas de la carencia de nicotina, para evitarlos encendemos otro cigarrillo. Así cada día, llegando a completar un ciclo cada día que suele necesitar unos 20 cigarrillos. De ahí que la mayoría de los fumadores fumen alrededor de un paquete o cajetilla diaria.

No deja de sorprenderme el cerebro y como nos hace ver la realidad de distintas formas, engañando a nuestro consciente para alcanzar su meta prefijada. El fumador es un adicto a la nicotina, alcaloide que produce una adicción muy importante, nuestro cerebro se acostumbra a ella y cuando detecta niveles bajo se encarga de hacernos necesitar un nuevo cigarrillo.

Con 14 años cogí mi primer cigarrillo, un celta corto, que fumaba habitualmente mi tío Rafael, me metí en el baño y me acerqué el cigarrillo a la boca, contento de emular a aquellos actores de las películas, varoniles y rudos que fumaban placenteramente, o a que jinete de Marlboro que cada día veíamos en los anuncios de televisión. Ahora me arrepiento de aquel día, que mala suerte, el destino me deparaba una larga amistad con el tabaco desde aquel momento.

Encendí aquel cigarrillo y chupé fuertemente, y ! que asco ¡, me dió un ataque de tos, me mareé y me quedó un sabor asqueroso en la boca. Así fue mi primera experiencia, la cual recuerdo a la perfección, una escena enmarcada en una situación peligrosa rodeada de misterio.

Y ¿por qué al fumador no le ocurre lo mismo que a mí la primera vez ?. Buena pregunta, y mejor respuesta. Nuestro cerebro enmascara los síntomas desagradable con tal de recibir su dosis de nicotina, nos hemos acostumbrado al humo, a llevar los dientes y los dedos amarillos, nuestra ropa, nuestros coches y nuestras casas apestan y amarillean y nosotros ni nos damos cuentas.

Nuestro cerebro nos hace ver al tabaco como nuestro amigo, el aliado perfecto, siempre está ahí y es válido para cualquier situación. Si preguntas a 100 fumadores verás que cada uno encuentra una situación ideal para cada cigarrillo y todas son válidas, la explicación es que somos nosotros los que asociamos el cigarrillo con una respuesta ante una situación.

Uno fuma para estar relajado, otro enciende un cigarrillo para no quedarse dormido a volante, uno fuma antes del acto sexual, otro después. Suena el teléfono y ante la incertidumbre encendemos un cigarrillo apresurado. Vamos al cine y cuando salen todos corren a encender ese cigarrillo tan deseado.

Algunos fuman relajados o otros lo encienden para estar activos, unos porque le ayuda a ir al baño, otros después de comer ( la mayoría ), el que mejor sienta del día.

Con lo anterior sólo quiero que veas que el cigarrillo cubre todas nuestras expectativas y por eso resulta tan duro aparentemente el dejar este vicio, porque no es sólo el enganche físico sino el psicológico el más duro. Porque nuestro cerebro a creado su mundo alrededor de tabaco, para asegurar que cumplamos fielmente con nuestro amigo y no sienta la falta de nicotina, un engaño que funciona a la perfección. Por eso los fumadores se cuentan por millones.  SEGUIRÁ.

Un saludo. Jesús Moreno.


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